El detrás de escena de un cambio que habla de lo que somos (y de lo que queremos ser)
Durante seis años, nuestra oficina en Palermo fue el centro de operaciones de /nk en Buenos Aires. Un espacio que nos acompañó en muchos momentos clave. Pero el tiempo, el crecimiento y las ganas de ir por más nos empezaron a empujar. El equipo creció, los proyectos también, y el lugar empezó a quedarnos chico.

Pasamos de ser una sola persona a casi treinta, entre Buenos Aires y Mar del Plata. Un equipo multidisciplinario, talentoso y con mucha energía. Cada vez que venía gente de otras ciudades, la oficina se transformaba en un caos lindo: calls en el living, reuniones en la cocina, escritorios prestados, laptops en el piso. Hasta el baño tuvo su momento como cabina de videollamadas (true story). En algún momento entendimos que no era solo una cuestión de espacio físico. Era una cuestión de visión. De cultura. De sostener lo que hacemos todos los días en un entorno que lo potencie. Porque la cultura no se escribe en un manual. Se construye en el hacer. Y para que eso pase, hace falta un lugar donde eso pueda suceder.
El espacio detrás del sitio… o el sitio detrás del espacio

Cuando lanzamos nuestro nuevo sitio web, salimos a romper lo esperable. Queríamos que fuera más que una vidriera: que reflejara nuestra forma de pensar, de crear, de empujar los límites. Y sin quererlo, nos dio algo más: una visión de cómo podía ser nuestro próximo espacio físico. Hablamos con nuestra arquitecta, le contamos cómo trabajamos, cómo nos organizamos, qué necesitábamos y qué soñábamos. Le mostramos el sitio, nuestras credenciales, y esa identidad visual que ya estaba tan marcada. Y en menos de dos meses, dimos vuelta todo.
Ese universo digital se convirtió en espacio real.

El slash que atraviesa todo en el sitio, ahora flota sobre nuestras cabezas. Las partículas se volvieron materiales. Creamos salas de reuniones con nombres como Dream, Build, Elevate y Empower —porque son verbos que usamos todo el tiempo, y porque representan cómo hacemos las cosas. Sumamos un comedor independiente. Espacios flexibles. Rincones donde lo cotidiano —una charla, una idea, una pausa— tenga su lugar. Nos fuimos para arriba (literalmente)


Encontramos un nuevo piso en el mismo edificio. Nos mudamos al sexto. Subimos unos pisos y un par de niveles en energía, visión y ganas. No era solo una mudanza. Era una decisión: crear un espacio mejor para un equipo que lo merece, y una cultura que lo necesita.





Hoy tenemos nueva oficina. Y lo mejor es que se siente como un hogar.
Uno que no reemplaza lo anterior, sino que lo honra. Que respeta lo construido, pero que mira para adelante. Con más luz, más espacio, más aire. Pero con la misma esencia de siempre. Gracias a quienes hicieron esto posible: A quienes armaron sillas en feriado, a quienes empujaron decisiones, a quienes están desde el primer día y a quienes llegaron hace poco y ya son parte.
